tactica y estrategia

Las libertades que nos faltan son las vergüenzas que nos quedan

jueves, mayo 04, 2006

FABRICANTE DE LLUVIAS

EL FABRICANTE DE LLUVIAS.


En Valparaíso vive un hombre- por lo menos eso es lo último que supe de él, que vivía- que desde pequeño ha disfrutado de la lluvia y lo ha hecho como quienes gozan de lo que de verdad quieren cuando lo tienen. Tanto que cada Invierno cuando las lluvias llegan, ¡y allí si que llegan y no se les echa de menos! y se les escucha cargadas de viento y un aire pesado que se arremolina por entre los frágiles árboles mientras juega con las descuidadas fonolas, el hombre sale a pasear por el solitario y castigado puerto.
Recorre cada rincón de la oscura, pobre y antigua ciudad, cada escalera innominada en algún cerro sin nombre y en la soledad de lo desconocidamente propio disfruta del constante e implacable caer del agua por los infinitos peldaños hasta verla acumularse en algún desnivel formando pozas que crecen y crecen, tremendas, insensibles, violentas o bajando por las canaletas y desagües para irse al mar que la llama a gritos con enormes olas que azotan los sectores de atraque del puerto. Ese mar que en estos días no seduce a los turistas ni menos les cuenta a aquellos que invaden el puerto en la época estival que él, el mar de lluvias, ha nacido de tardes oscuras como esta.
El hombre se refugia bajo un paraguas y disfruta del silbido del viento y de la melodía metálica que de éste al rozar los techos gastados.
Goza del cielo cargado de furia mientras busca de vez en vez a las palomas en sus escondites.
Un día de Verano, de tremendo e iluminado Verano, cuando ya nadie recuerda las tardes de agosto, sintió nostalgia de las lluvias lejanas. Caminó largamente por las calles y no fue extraño que se le ocurriese hacer llover. ¡Qué locura! Hacer llover en medio del Verano, cuando todo parece una fiesta. Si, cuando todo parece una fiesta, porque las calles visten adornadas con banderitas de colores y las gentes se pintan la cara y las puertas se encuentran abiertas hasta tarde y se oye música y bailes en todas partes hasta altas horas de la noche, mientras los turistas venidos de todos los rincones del mundo fotografían niños pobres en algún pintoresco sector de un cerro también pobre en donde cuelgan casitas miserables y carentes de pan. Fue en esta época de orden de turistel que pensó la forma de hacer llover.
Aquel día no había nubes, ni viento, ni las gentes iban a sus trabajos con pesadas ropas. Mucho fue lo que pensó este hombre. Por las noches elaboraba ideas complicadas, gastaba papeles, hacia maquetas, planos, consultaba textos especializados. Buscó mucho hasta dar con sofisticados mecanismos que con complicadas turbinas, generadores y otras cosas que no pretendo ni podría comprender, harían llover. Así, sobre el puerto comenzó a llover en presencia de un sol impresionante y bajo un cielo azul inmensamente luminoso y claro. La lluvia era bella- decían los mismos que en la crudeza del invierno permanecen ocultos en sus tibios hogares. Por primera vez se vio pasear a los timoratos con sus niños, sus mujeres y sus perros por las calles del alegre puerto disfrutando de la lluvia mientras el sol bronceaba sus sonrientes rostros.
Todos amaban la lluvia y esto alegraba mucho al hombre que por su ventana miraba como la gente disfrutaba del hermoso espectáculo y del correr puerto debajo del reguero de agua por la candente calle.
Pero indefectiblemente el invierno llega y así fue que llegó como lo hace siempre, con donaire, cual caballero antiguo, entrando sin hacer ruido y procurando no molestar. Fue así como una tarde el viento, el verdadero, corrió nuevamente frío y húmedo por los cerros y el cielo se fue cerrando hasta no dejar pasar más los rayos del sol. No tardó en volver la lluvia y las gentes se refugiaron rápidamente en sus cálidos hogares mientras en algún rincón de la oscura ciudad un hombre paseaba solo mientras por sus pies corrían las lágrimas del gris cielo y el lodo que se lleva parte de ese puerto hasta el mar.