tactica y estrategia

Las libertades que nos faltan son las vergüenzas que nos quedan

martes, octubre 02, 2007

REFLEXIONES E IRREFLEXIONES


Reflexiones e irreflexiones.



“mi amor por ti crece
más y más,
a medida que tus ojos se diferencian
más y más,
de lo antes visto por los míos”
(Erick Polhamer)



Entre el sonido constante de la ciudad caminaba él presuroso por un céntrico paseo capitalino, portando varios papeles en sus manos, y un montón de ideas en la cabeza. Debía llegar a una oficina pública a realizar un trámite importante, imprescindible, e impostergable. Se había levantado, como todos los días desde hacía varios años, a las seis y cincuenta, luego de que su televisor programable se encendiera con mucho volumen cortando de improviso, y definitivamente, su sueño pesado. Había estado exactamente nueve minutos en el baño, y en un vaso que dejaba sobre la mesa cada noche se había echado un poco de jugo, se comía un sándwich mirando las noticias, y cuando el reloj avisaba que faltaban cinco minutos para las ocho, se echaba a caminar hasta la estación de trenes, como siempre, por las mismas calles. Una vez en la oficina ordenaba los documentos del día, y revisaba la agenda que él mismo había ordenado la jornada previa cuando todos se habían marchado. A medio día visaba cada cuestión realizada, y a algunas les adjuntaba un comentario: “Pagar la inscripción”, “Revisar mañana”, etcétera. Luego de transcurrida la jornada, antes de apagar su computador, volvía a revisar lo realizado. Llegaba a su casa, se duchaba, veía un poco de televisión, y a las once treinta se dormía.
Ese día antes de almuerzo había tomado un archivador que contenía los documentos de un importante cliente, cuyo trámite debía realizar inexcusable y personalmente, y así quería hacerlo, además. Por el bullicio de las angostas calles céntricas escuchó sonar, como muchísimas veces al día, a cada rato, su teléfono celular. Pero esta vez era distinto, quien llamaba no era un empresario importante, ni un aburridor conocido que lo invitaría a tomarse un café junto a niñas semidesnudas a quienes debería dejarles buena propina para aparentar ser generoso; sino que era ella, ella. Ella que estaba al otro lado del teléfono, tan lejos y tan cerca, como lo de Wenders, y se acabó el bullicio, mientras siguió hablando largamente con la muchacha, y así pasó el día, y olvidó programar el televisor[1], y despertó tardísimo, no hubo jugo, ni clientes, ni puntualidad, ni éxito, y la oficina pública cerró llegada la hora, mientras los otrora importantes documentos de un olvidado importante cliente se arrumbaron junto a ropa sudorosa y a futuras excusas.

Santiago, septiembre de 2.007




[1] Parafraseando, claramente, un cuento de Marcello Limone, publicado en Revista Las Tres Negras, cuyo nombre no recuerdo.

2 Comments:

Blogger Victor Saez said...

Mi amigo Carlos: escribes muy bien, he leido tus reflexiones e irreflexiones y todos o casi todos tus cuentos e historias reales o inventadas.
Espero sinceramente que en un tiempo no muy lejano, volvamos a "hacer" una "historia" juntos, a pesar de nuestras diferencias, las que para mi son un detalle.
un abrazo enorme a ti y a tu hija y a todos tus amigos(as) tan simpaticos que conocí.
cuidate y nos vemos

1:20 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

EL NOMBRE DEL PADRE

ME DI EL TIEMPO DE LEERLA
TIENES MADERA DE ESCRITOR,CASI CREO QUE FUE CIERTA TU HISTORIA.
LA MEJOR PARTE PARA MI FUE LA RESPUESTA DE LA HIJA
EXELENTE HISTORIA.

5:20 a. m.  

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