tactica y estrategia

Las libertades que nos faltan son las vergüenzas que nos quedan

sábado, junio 14, 2008

BANDO


BANDO

El dictador de Gartinés, pueblo disciplinado y respetuoso, no soportó más ver a sus súbditos sumidos en los múltiples problemas que los aquejaban, y considerando lo escuálido de los recursos financieros con que contaban las arcas del país, y la necesidad de dar pronta solución a tanta infelicidad, dispuso la dictación de una ley que prohibiera a todos los habitantes de su país estar tristes. Para esto se prohibió hacer muecas que reflejaran tal sentimiento, o decir palabras que ofendieran a otros, hablar golpeado, irónicamente, o cualquier otro atisbo de comportamiento que pudiera ofender el alma, aún del más pusilánime, castigándose a quien no cumpliera tal normativa con severas sanciones que podían implicar para el infractor incluso la reducción a mazmorras insalubres y alejadas de las ciudades.
Así fue que los gartinenses debieron andar por las empedradas calles y en todo lugar con una sonrisa que no dejara lugar a dudas respecto de su nuevo y común ánimo. Por las arterias de la capital la gente circulaba con risas dibujadas, saludándose amablemente incluso con desconocidos, haciendo reverencias a cada rato. Esto provocó que los cirujanos plásticos modificaran centenares de caras adaptándolas a los nuevos requerimientos gubernamentales. En el teatro, en la micro, en todas partes la amabilidad forzada de los ciudadanos se veía claramente.
Pronto se comenzó a escuchar de la existencia de un grupo que se reunía en un oscuro y viejo suburbio, cuyos integrantes practicaban las groserías, el mal vivir, y la tristeza. En su guarida –decían- se contaban historias penosas de su diario vivir, lo que provocaba llantos masivos y cautelosos, se gritaban groserías para desahogarse, incluso tenían pequeños cursos de frases irónicas. Los rebeldes, como era de esperarse en un régimen severo como el de Gartines, fueron perseguidos, por las calles se escuchaban escaramuzas entre las felices fuerzas de gobierno y los desgraciados rebeldes, las que casi siempre acababan con los rebeldes desgraciados. No fue suficiente con la severa persecución contra los insurgentes, ya que la tristeza, el desaliento, el llanto comenzaron a ser emblema de muchas personas, que aprovechaban una pausa en el metro, o la falta de vigía en la calle para largarse en su acto de pena o insolencia, provocando una reacción casi en cadena de los inconscientes felices que los rodeaban. El desorden se fue generalizando y las risas y llantos se mezclaban por las calles de la capital de Gartines. Había barrios que a esa altura eran dominados por el llanto, los que por cierto fueron enormemente reprimidos.
Así las cosas, no pasó mucho hasta que el régimen severo y feliz del dictador de Gartines cayó, haciéndose del poder la facción más triste del Partido opositor. Claro que al poco tiempo una guerra civil enfrentó a éstos con los tristes moderados, o sea, aquellos que como usted o como yo, sufren y gozan de acuerdo a lo que ocurra. Mientras los felices vivieron refugiados en cerros o en la selva, a la espera del momento para asaltar nuevamente la ciudad.

Santiago, enero de 2008