tactica y estrategia

Las libertades que nos faltan son las vergüenzas que nos quedan

viernes, mayo 19, 2006



EL NOMBRE DE TU PADRE

A Amaru, por existir.

Es cierto, ella siempre fue adelantada, todo lo hizo antes, y no sólo eso, lo hizo siempre mejor. De hecho, rápidamente, sin dejar de ser un bebé, aprendió a hablar. Y hablaba particularmente bien, muy claro. Recuerdo que cuando recién había cumplido un año tarareo parte del himno del Partido, sentí mucho orgullo, fue maravilloso, pero que nadie la escuché, por favor, me dije. ¿Te imaginas? En esa época no era un chiste cantar cualquier cosa por ahí, no faltaban –y no siguen faltando, tu sabes- los sapos.
Claro, si las cosas estaban particularmente complicadas por esos fríos días del Invierno de hace ya muchos años, éramos jóvenes y estábamos particularmente tristes ya que varios compañeros habían caído y muchos más seguirían cayendo, de verdad, te lo confieso, más de una vez pensé en irme de Chile, tomar mi cabra chica y salir como sea, recuerdo que me ofrecían mil maneras de hacerlo, pero pronto se me pasaban las ganas y me quedaba siempre por un tiempo nada más. Claro que me angustiaba ver a mi hija crecer aquí, y que las cosas en el país siguieran igual o peor, me inquietaba imaginar que ella iba a ser una niña que tendría que aprender a callar, como lo habíamos hecho todos durante ese tiempo, que no tendría apellido, que iba a tener que estar escondida junto a su padre a quien los compañeros y conocidos indistintamente llamaban Julio, José Miguel, Sebastián, y quien ejercía muchos oficios diversos: vendedor de libros puerta a puerta, gásfiter o albañil. Si, aunque sabemos que me resulta complicado cambiar una ampolleta, me las di de electricista, incluso, en una de varias anécdotas llegaron a mi casa los pacos, por recomendación de no recuerdo que vieja del barrio, para pedirme que arreglara una de sus radios, luego de que se me entibiara la transpiración, saqué un destornillador y revisé el aparato largamente, de verdad que no tenía idea como funcionaba, sólo veía cablecitos de colores y cosas que parecían ser transistores, pero vi uno suelto y lo apreté un poco, nada más hice, y el paco encendió la radio y –¡eureka!- la radio funcionó.
No quería esa vida para mi ni para ella, ni quería tener miedo que mi enana me dijera mi nombre, jugando, cuando se enojaba. Ya que cuando aparentaba enojarse conmigo dejaba de llamarme papá y me decía simplemente Carlos.
El tiempo fue pasando muy terriblemente, y pronto me encontré solo. Había perdido contacto con casi toda la gente y no faltó el que, pudiendo hacerlo, negó conocerme y, también pudiendo, pasó por la otra vereda. No era nada fácil, yo trabajaba a esa altura en las ferias vendiendo cachureos, y junto a mi hija, la única compañera leal, a la que se le fueron olvidando los tarareos revolucionarios de su primera infancia, y sólo le quedó en su cabecita el griterío de las ofertas de frutas y verduras, y las aburridas jornadas a pleno sol en una polvorienta calle de Conchalí.
Una tarde de fines de esos tiempos, cuando mi hija recién cumplía 2 años y medio, fuimos a la casa de Luis Bórquez en Recoleta, en El Salto, era una velada de compartir un pedazo de carne y unas cumbias que a enormes volúmenes disfrazarían nuestros diálogos esperados y casi ahogados sobre el trabajo del Partido, uno que otro intercambio de documentos, de cartas enviadas por los compañeros del exilio. Conversamos mucho aquel día, de todo, de lo poco que parece quedaba del infierno que vivíamos, cuando ya me retiraba Fernando me entregó su credencial de miembro de una iglesia Pentecostal, y me dijo que la usara, que yo era buscado, que en el camino a casa podía tener problemas y que dijera su nombre no más. La guardé en mi bolsillo y me retiré caminando por avenida El Salto cuando casi caía la noche. Llevaba a mi hija en brazos, presuroso, ella me hablaba de muchas cosas, de las hojas, que apenas colgaban de los árboles, yo advertí que deberíamos caminar más de lo creído. Cuando llegamos a Recoleta, la soledad era absoluta, y parece que hizo más frío y que la noche cayó terriblemente más rápido, y caminábamos sin soltarnos, ahora ambos en silencio, dejando ya en el olvido la grata jornada. Para tranquilizar a mi hija, le hablé cualquier cosa, que la luna era de ella, y que ya no lo era, lo que era una declaración de guerra y respondió, como esperaba, con otro acto de guerra y me llamó reiteradamente Carlos Veque. No pasó ni un segundo y vi venir hacía nosotros un vehículo con las luces altas, supe de inmediato que se trataba de una patrulla militar, en medio de esa oscuridad las luces del jeep eran todo, y mi hija con un silencio enorme pegada a mi. Los militares me rodearon.
-Tienes pinta de comunista, hueón- me dijo uno.
-A lo mejor es uno de los que buscamos- agregó otro.
- Ya, gil, conocemos el truquito de andar con cabros chicos pa librar- y comentó- ¿Cómo te llamai?
-Fernando- dije- Fernando Abarca
-No te creo- concluyó uno que estaba más alejado- Mayor- agregó mirando al que parecía a cargo del grupo– Este hueón se parece al comunista que buscamos en este sector…. el indio Carlos Neculhueque.
- ¡Que va a ser! –sentenció el superior- este tiene cara de indio pero está cagao de miedo.
Yo en silencio, lo mismo que ella que no paraba de mirar a los soldados. Me registraron completamente, revisaron mi carné de la iglesia. Y preguntaban cien, mil veces qué quién era yo y qué hacía allí. Yo insistía en que yo no era yo, curioso… no fue de cobarde, era muy necesario hacerlo así, que más explicación puede necesitar aquello.
-Jefe. Este es Necolhueque- insistió uno muy joven.
-Soy Fernando Abarca, señor- reiteré.
El superior me miró mucho. Dio vueltas alrededor mío.
-Mira, cabro –le dijo el superior al soldado- no quiero llegar la unidad con este gil y pasar una vergüenza creyendo que detuvimos al comunista ese y que resulte que no es. El bochorno puede significar que me quede a cargo de la sala cuna de la institución.
- Estoy seguro que es él- insistió- ¡deténgalo!.
- No señor- dije- no conozco a ese hombre. Yo soy Fernando Abarca. Me llamo Fernando, señor, Fernando.
- Yo decido si detenemos a este hombre- dijo desafiante el superior, quien agregó mirándome – dime la verdad hueón, ¿Te llamas Carlos?-
-No señor. MI nombre es Fernando. Le juro que me llamo Fernando.
El superior pensó un rato, mientras todos permanecían junto a mí fuertemente armados en la solitaria avenida.
-Ya, hombre- me dijo- ándate rapidito pa` la casa- concluyó.
Entonces los militares subieron al jeep, y echaron a andar el motor, anduvieron un poco, y alcancé a dar algunos nerviosos pasos, sólo unos segundos después el vehículo se devolvió veloz marcha atrás. Se detuvieron junto a mí, atravesándose en mi camino y desde arriba del vehículo el jefe del grupo saludó a mi hija amablemente, le consultó que si su papá era bueno y esas cosas, hasta que le preguntó – Mijita, ¿Cómo se llama su papito?
Como dije, hacía sólo unos instantes que ella me había dicho mi nombre de pila, reiteradamente, mientras jugábamos a enojarnos, pero ahora estaba tan callada como yo, de verdad sentí miedo, en ese momento mi hija debería entregarme, y si decía mi nombre, lo haría y ella nunca lo sabría, enhorabuena. El mismo militar que instantes antes parecía incrédulo se bajó del vehículo y se acercó ahora bastante más serio y ante el enorme silencio de ella, le repitió la pregunta. Mi hija era interrogada en una noche por una patrulla militar, todos nos miramos las caras con muchos nervios, pero de pronto una sonrisa tenue se esbozó en el rostro de mi pequeña, quién dijo
-Fenano… papá Fenano.
¿No es genial la cabra, hueón? ¡Es genial¡.


Santiago de Chile Noviembre de 2005.

martes, mayo 16, 2006

NO ES SOLO UNA SENTENCIA


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REFLEXIONES DE UN MAPUCHE URBANO RESPECTO DE LA SENTENCIA QUE CONDENÓ A CUATRO COMUNEROS MAPUCHE POR INFRACCIÓN A LA LEY QUE SANCIONA EL TERRORISMO.

“Es el triunfo de un chantaje”. Así definieron Parlamentarios de la derecha, la iniciativa de algunos de sus colegas del Partido Socialista tendiente a la aprobación de un proyecto de ley que permita el acceso a beneficios por parte de los 3 comuneros y la activista mapuche, condenado s a 10 años y un día por “incendio terrorista”. Se daría una mala señal si a través de la presión se dejara sin efecto o anulara una sentencia judicial que tiene carácter de firme y que, por tanto, no puede ya ser modificada.
Esa sería la reflexión de un leguleyo puro, formado al calor de los adoquines que contienen textos legales casi sagrados que ni la razón más clara puede tocar.
Lo anterior surgió luego de casi 70 días de huelga de hambre por parte de los condenados y de movilizaciones, en todos los tonos, a lo larfgo del país, que partiueron exigiendo la nulidfad del Juicio hasta derivar en concentraciones mitines y tomas que pedían (y poiden) el reconocimiento consitucional de los mapuche, consagrando de una vez a Chile como un Estado multinacional. Las reflexiondes jurídicas, que nacen al calor del “respeto por la institucionalidad” no se compadecen con la necesaria autonomía que deben tebner los publeos indigenas (no digo originarios por cuanto se daría una doscusión respecto de los pueblos acentados en varios estados como los aymarás) Sin embargo, en una sociedad democrática en donde los derechos de los sujetos están garantizados y protegidos, el Estado no debe buscar protección respecto de sus miembros creando y aplicando normas que impliquen amenazas al ejercicio legítimo de las garantías del hombre, por el contrario, la consolidación de una democracia madura, respetuosa, implica que es el Estado quien debe crear mecanismos eficaces de protección de los derechos de sus miembros, y no al revés, otorgando a los sujetos herramientas efectivas de protección y de ejercicio de sus derechos.
Desde esta perspectiva las leyes Antiterrorista y de Seguridad Interior del Estado entran en notable pugna con la democracia misma.
En 19 de diciembre de 2001 un grupo de encapuchados mapuche atacó, según se señala en la sentencia del Juzgado de Juicio Oral en Lo Penal de Angol de 22 de agosto de 2004, el fundo Poluco Pideco de la Forestal Mininco de la comuna de Ercilla, utilizando para ello elementos incendiarios que causaron que se hayan quemado 108 hectáreas de pino adulto. Estas personas fueron enjuiciadas y en el transcurso del juicio, el Ministerio Público y el Gobierno a través de la Gobernación Provincial (querellándose) solicitaron la aplicación de la ley antiterrorista y sostuvieron pertinazmente que los hechos acaecidos eran de aquellos que la ley dictada por Pinochet (pero cuya aplicación se solicitó por un gobierno democrático) terroristas, esto es, que se trata de actos que buscan infundir temor generalizado en la población o en una parte de ella respecto de sufrir en su contra hechos de la misma especie”, extendiendo, desde mi humilde perspectiva, el ámbito de aplicación de esta discutible ley. En efecto, la sentencia para adecuar los hechos de la causa a la definición señalada arguye, que el hecho es terrorista por cuanto “(...) está inserto en un proceso de recuperación de tierras del pueblo mapuche, el que se ha llevado a efecto por vías de hecho, sin respetar la institucionalidad y legalidad vigente, recurriendo a acciones de fuerza previamente planificadas, concertadas y preparadas por grupos radicalizados que buscan crear un clima de inseguridad, inestabilidad y temor en la Provincia de Malleco, puesto que la mayor cantidad de sucesos y también los más violentos, han ocurrido precisamente en comunas de esta jurisdicción. Estas acciones se pueden sintetizar en la formulación de exigencias desmedidas, hechas bajo presión por grupos violentístas a los dueños y propietarios, a quienes se les amenaza y presiona para que accedan a los requerimientos que se les formulan; muchas de estas condiciones se han materializado mediante ataques a la integridad física, en acciones de robo, hurto, incendio, daño y usurpación, que han afectado tanto a las personas y bienes de diversos propietarios agrícolas y forestales de ésta zona en la audiencia se recibieron numerosos testimonios y se dieron a conocer diversos antecedentes al respecto, sin perjuicio de que ello es de público conocimiento. Es obvio inferir que la finalidad perseguida es provocar en la gente un justo temor de ser víctima de atentados similares, y con ello obligar a los dueños para que desistan de seguir explotando sus propiedades y hacer que las abandonen, ya que la sensación de inseguridad e intranquilidad que generan dichos atentados, traen consecuencias tales como disminución y encarecimiento de la mano de obra, aumento en el costo, tanto en la contratación de maquinarias para la explotación de los predios, como para cubrir las pólizas que aseguran las tierras, instalaciones y plantaciones, también, es cada vez más frecuente ver trabajadores, maquinarias, vehículos y faenas instalados en los distintos predios, bajo protección policial que asegure la ejecución de las labores. Todo esto afecta derechos garantizados constitucionalmente”. (considerando 19º) ,o sea, lisa y llanamente, existe un tratamiento especial respecto de situaciones que estén dentro de los que se llama el conflicto mapuche, cualquier hecho de violencia dentro de este conflicto podría estar enmarcado en la definición terrorista. Sin perjuicio de las disquisiciones de fondo el hecho de la quema de un bosque en si mismo es ilegal, pero surge entonces la primera gran disyuntiva cuando en una democracia se definen actos que a lo más constituyen delitos comunes (incendio, daños) como terroristas, que –según los juzgadores y acusadores- pretenden causar conmoción en la población o en una parte de ésta, tal interpretación resulta de suyo riesgosa (y antojadiza), pues implicaría que eventualmente cualquier manifestación cuando derive en consultas ilícitas entraría al ámbito de lo terrorista, por ejemplo, el conflicto de los secundarios que causa impacto social, pero (al igual que en el caso del fundo atacado) no se acerca a un actuar terrorista, la sola presencia de una bomba molotov, o de una capucha no hace al acto terrorista. Esto, desde la perspectiva jurídica, sin pretender entrar en discusiones dogmáticas.
Resulta muy criticable que haya sido la Gobernación El tema no es nuevo, en absoluto, desde la mal llamada “pacificación la araucanía” a fines del s. XIX (que no fue más que una limpieza étnica no reconocida similar a la de los 90 en Los Balcanes) que el Estado de Chile ha venido atropellando al pueblo mapuche, primero radicándolos (estableciéndolo o confinándolos a zonas muy delimitadas “de protección”) en zonas de no más de 500 mil Has. de las 10 millones de Has que ocupaban para entregarle las restantes a inmigrantes o particulares; hasta lograr su reducción cultural. Desde entonces que los mapuche han debido pugnar con el Estado el que, valiéndose de formales e inmorales argumentos legales han justificado más de un siglo de atropellos, abusos y muerte bajo el amparo de aquello llamado institucionalidad. El Estado ha despojado de las tierras a los mapuche señalando, que la propiedad privada y sus mecanismos de circulación son sinónimo de riqueza y prosperidad lo que –ha quedado demostrado- no es en absoluto efectivo, eliminando mediante leyes (y decretos leyes) la milenaria tradición de sucesión de la tierra, privilegiando los papeles por sobre años de tradición. Pasando por alto la lengua, costumbres, cosmovisión y cultura de una nación diversa. Así, cual más cual menos, en todos los gobiernos del siglo XX se ha perpetuado el abuso, la falta de participación y la miseria. Sólo con algunos atisbos de buena voluntad, gestos aislados y generalmente relacionados con campañas y promesas electorales nacidas al calor de un asado o de la boca de un entusiasta candidato que para la ocasión se pone poncho, ceba mate y baila (ridiculamente) bajo el canelo.
En 1990 a comienzos del gobierno de Patricio Aylwin la toma del predio de “Quinquen” concluyó en que la Corte Suprema, en un acto de Justicia, ordenó el desalojo de las personas que vivían en el valle. En efecto la empresa Sociedad Galletué que demandó a estos mapuche contaba con todos los documentos que acreditaban la propiedad sobre la tierra, y los “ocupantes” solo contaban con más de un siglo de estadía en el lugar.
No es el objetivo de este comentario indagar sobre las causas del problema, no lo permiten ni la intensión ni la extensión del mismo, pero si dejar en claro que el tema está prácticamente a fojas cero, transcurridas casi dos décadas de retorno a la democracia, ésta no ha llegado ni pretendido llegar a todos los chilenos, por lo que los mapuche, como muchas veces a lo largo de la historia, establecen una frontera con el estado chileno, en la Colonia ésta fue física y con línea de fuego permanente, aunque con Parlamentos (que no existieron en el Chile Republicano) en periodos de tregua –esto se llamó romanticamente Guerra de Arauco. Hoy también hay frontera, y esto no depende de nuestra voluntad, está allí, no la marca ni el Malleco ni el Cautín como antaño, no es física ni está trazada en un mapa ni custodiada por Cornelio Saavedra y sus perros de caza, sino que se encuentra tanto en la zona de Arauco como en todos los centros urbanos del país, en donde los mapuche nos vestimos de obreros, panaderos, pobladores, técnicos y profesionales, esta es la frontera marcada con dignidad, en el reconocimiento de la diversidad y en la resolución irrestricta de no renunciar a lo que aparece como justo.

lunes, mayo 15, 2006

LRESPONSABILIDAD PENAL ADOLESCENTE. LA DISCUSIÓN QUE NOS FALTÓ

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REFLEXIONES DE UN CIUDADANO RESPECTO DE LA LEY DE RESPONSABILIDAD PENAL JUVENIL.


¿Existía la necesidad de legislar sobre la responsabilidad penal juvenil (aunque podríamos llamarla más propiamente infantil)?. La opinión pública desde hacía rato, y con algo de razón motivada por la “ola de violencia juvenil”, venía reclamando sustituir el sistema de declaración de discernimiento en los menores inculpados (hoy imputados, usando el nuevo lenguaje forense) de un delito como trámite previo a la persecución criminal a su respecto. Pero no es menos cierto que las razones que han movido a "apurar" esta ley distan mucho de ser las ideales en un estado de Derecho. En efecto, la presión de los medios de comunicación de masas, dirigida por un par de Directorios afines a determinada postura ideológica, unido al clima electoral de fines del año pasado en donde los sectores de la derecha más conservadora pusieron en el tapete el tema de la delincuencia, como si fuera lo más importante, influyeron lamentablemente en la rápida aprobación de un proyecto que, según lo que de él conozco, llevaba años de estudio, discusión y análisis no sólo por el Parlamento sino que por múltiples grupos intermedios; opiniones que por el fuerte ruido del aumento de la delincuencia no fueron escuchadas.
Reconozco, por cierto, que desconozco las actas del texto aprobado por los Hs. Diputados y Senadores (Ley Nº20.084) que no es el mismo, además, que aquel que inicialmente se propuso, pero de su lectura a ojo de ciudadano común puedo colegir algunas primarias ideas que ojalá sean reforzadas con el envío de opiniones que enriquezcan la discusión.
En primer lugar, me resulta muy discutible que en una sociedad donde la democracia y sus valores se encuentran consolidados (aparentemente), y en donde, además, las garantías de los individuos están amparadas suficientemente, el Estado pretenda extender su mano punitiva (medio excepcional de su actuación, por cierto) a los niños so pretexto de garantizar niveles de seguridad irreales y bastante parciales, penalizando, por ende, a una población esencialmente vulnerable y que en la mayoría de los casos son hijos de la pobreza, la miseria y la enorme desigualdad de nuestra sociedad . Cuando escribí por primera vez sobre este tema, esperaba que el entonces proyecto -que hoy es Ley- contemplara un abanico de mecanismos eficaces de contrarrestar, por fin, los elementos etiológicos asociados a la violencia infantil, tales como "programas de reinserción social" efectivos que contemplen tratamientos multidisciplinarios tendientes a atacar las causas generadoras, constituyendo sistemas de prevención en la población en general, y también y diferencialmente en los grupos más vulnerables (porque no nos olvidemos que los hay, y son parte de estos la mayoría por no decir todos los niños que pretendemos como sociedad comenzar a encerrar desde pequeños) y, por último, en el menor infractor en particular (lo que tradicionalmente se llama prevención primaria, secundaria y terciaria).
Claro que una de las principales ideas-fuerza de la Ley (la reinserción de que hablamos en el párrafo anterior) no es más una declaración de buena voluntad, un saludo “para la galería”, ya que primero, reitero, el proyecto surge como freno a la aparente delincuencia infantil como fenómeno nomotético, buscando acallar el vox populli que exige un actuar más severo del aparato de control estatal hacía los que se salen de los márgenes de lo permitido y realizan conductas desviadas. Se contempla de este modo, regímenes cerrados de hasta 10 años de duración, lo que resulta completamente excesivo considerando que se trata de medidas que serán aplicadas personas que no han alcanzado los 18 años de edad y que, por tanto, requieren de un tratamiento eficaz, de intervención, no necesariamente uno largo y retributivo, para conseguir los objetivos que se aparentemente se propone el nuevo sistema. Resulta absurdo creer que manteniendo en “tratamiento” (el que degenerará en hacinadas cárceles de menores) a un sujeto durante la mitad o un tercio de su corta vida se vaya a conseguir algún resultado resocializador. Curiosamente, contraria a la tendencia mundial en el tema, se quiere extender el ámbito de aplicación de medidas que coartan, restringen o perturban la libertad ambulatoria (cárceles), proponiendo como una de las medidas de este “nuevo sistema” criminal una medida que viene en franca retirada y que ha sido descarta por su inutilidad y efectos contrarios a los queridos, nos referimos a la cárcel. No podemos pretender el absurdo de enseñarle a jugar fútbol en un ascensor aun niño.
Una ley como esta, en el entendido que ya su existencia y permanencia es un hecho consumado, debería contener necesariamente mayores medidas alternativas que las contempladas para los adultos, pues se trata, como dije o intenté decir, de sujetos muy vulnerables pero absolutamente tratables. Establecer sistemas semi-cerrados (o semi-abiertos, si se quiere) no es más que mantener los hogares del Sename en donde el "tratamiento" se transforma en la mayoría de los casos en cáceles de menores, símil de las de adultos en cuanto escuelas del delito y nidos de contaminación criminógena. Por esto se hace imprescindible las medidas alternativas teniendo en consideración no sólo la entidad o magnitud de la peña asignada al delito cometido, sino también la peligrosidad, vulnerabilidad, factores criminógenos, etc. todos científicamente determinados por profesionales de diversas áreas.
Sería interesante abandonar por fin, la cárcel, como única la solución de estos conflictos relativos a la reacción social ante la conducta desviada, entendiendo y comprendiendo que ésta no es más que un sistema de control social diferenciado .

jueves, mayo 04, 2006

FABRICANTE DE LLUVIAS

EL FABRICANTE DE LLUVIAS.


En Valparaíso vive un hombre- por lo menos eso es lo último que supe de él, que vivía- que desde pequeño ha disfrutado de la lluvia y lo ha hecho como quienes gozan de lo que de verdad quieren cuando lo tienen. Tanto que cada Invierno cuando las lluvias llegan, ¡y allí si que llegan y no se les echa de menos! y se les escucha cargadas de viento y un aire pesado que se arremolina por entre los frágiles árboles mientras juega con las descuidadas fonolas, el hombre sale a pasear por el solitario y castigado puerto.
Recorre cada rincón de la oscura, pobre y antigua ciudad, cada escalera innominada en algún cerro sin nombre y en la soledad de lo desconocidamente propio disfruta del constante e implacable caer del agua por los infinitos peldaños hasta verla acumularse en algún desnivel formando pozas que crecen y crecen, tremendas, insensibles, violentas o bajando por las canaletas y desagües para irse al mar que la llama a gritos con enormes olas que azotan los sectores de atraque del puerto. Ese mar que en estos días no seduce a los turistas ni menos les cuenta a aquellos que invaden el puerto en la época estival que él, el mar de lluvias, ha nacido de tardes oscuras como esta.
El hombre se refugia bajo un paraguas y disfruta del silbido del viento y de la melodía metálica que de éste al rozar los techos gastados.
Goza del cielo cargado de furia mientras busca de vez en vez a las palomas en sus escondites.
Un día de Verano, de tremendo e iluminado Verano, cuando ya nadie recuerda las tardes de agosto, sintió nostalgia de las lluvias lejanas. Caminó largamente por las calles y no fue extraño que se le ocurriese hacer llover. ¡Qué locura! Hacer llover en medio del Verano, cuando todo parece una fiesta. Si, cuando todo parece una fiesta, porque las calles visten adornadas con banderitas de colores y las gentes se pintan la cara y las puertas se encuentran abiertas hasta tarde y se oye música y bailes en todas partes hasta altas horas de la noche, mientras los turistas venidos de todos los rincones del mundo fotografían niños pobres en algún pintoresco sector de un cerro también pobre en donde cuelgan casitas miserables y carentes de pan. Fue en esta época de orden de turistel que pensó la forma de hacer llover.
Aquel día no había nubes, ni viento, ni las gentes iban a sus trabajos con pesadas ropas. Mucho fue lo que pensó este hombre. Por las noches elaboraba ideas complicadas, gastaba papeles, hacia maquetas, planos, consultaba textos especializados. Buscó mucho hasta dar con sofisticados mecanismos que con complicadas turbinas, generadores y otras cosas que no pretendo ni podría comprender, harían llover. Así, sobre el puerto comenzó a llover en presencia de un sol impresionante y bajo un cielo azul inmensamente luminoso y claro. La lluvia era bella- decían los mismos que en la crudeza del invierno permanecen ocultos en sus tibios hogares. Por primera vez se vio pasear a los timoratos con sus niños, sus mujeres y sus perros por las calles del alegre puerto disfrutando de la lluvia mientras el sol bronceaba sus sonrientes rostros.
Todos amaban la lluvia y esto alegraba mucho al hombre que por su ventana miraba como la gente disfrutaba del hermoso espectáculo y del correr puerto debajo del reguero de agua por la candente calle.
Pero indefectiblemente el invierno llega y así fue que llegó como lo hace siempre, con donaire, cual caballero antiguo, entrando sin hacer ruido y procurando no molestar. Fue así como una tarde el viento, el verdadero, corrió nuevamente frío y húmedo por los cerros y el cielo se fue cerrando hasta no dejar pasar más los rayos del sol. No tardó en volver la lluvia y las gentes se refugiaron rápidamente en sus cálidos hogares mientras en algún rincón de la oscura ciudad un hombre paseaba solo mientras por sus pies corrían las lágrimas del gris cielo y el lodo que se lleva parte de ese puerto hasta el mar.